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Задание 10766

¿Quién prendió de nuevo el calentador en la habitación donde estaban los protagonistas?

Прочитайте текст и выполните задания А15 А21. В каждом задании обведите цифру 1, 2, 3 или 4, соответствующую выбранному Вами варианту ответа.

Y al fin, tiznado enteramente el cielo, sin rayos ni relámpagos, se ha hecho la más completa oscuridad, la que envuelve a su hija perdida, acunándola en su aturdimiento. La noche se arrastra interminable. Entre el silencio de una habitación y el silencio de la otra habitación, se ha dibujado el tercer silencio: el de Floreana. Alerta la lluvia es un pretexto para el oído atento , anhelando y temiendo a la vez el movimiento del otro, sin sueño alguno para conciliar. Tan pocos metros de madera y una acústica promiscua: cada crujido rebota en su boca, sus manos, su espalda cuya piel se ha erizado. ¿Vendrá? Los instantes parecen horas.

El tiempo de Floreana pierde su forma. Si unas pisadas en el piso ... ¿es idea mía o las oigo? No hay tal pisada. Continúa la lluvia sin piedad, lo único vivo de la noche.

Arroparse, cobijarse en las frazadas vacías esperando. Silencio traidor, nada se oye. Ni un crujido. Lo más sabio es que el silencio continúe, le dice una de sus voces, ése es tu designio, a eso has venido. Pero si yo no lo estoy llamando, contesta la otra voz, mi humildad yace en esta cama, no he hecho un solo gesto. No te defiendas, no te acuso, pero aunque es mudo tu grito, gritas igual.

La lana del suéter es tan delicada como su obsequio: no arrugues tu ropa al dormir, le dijo él, si no tienes pijama usa este chaleco. Levantó los brazos, desprendiendo de su cuerpo el poco calor que poseía. Floreana se fue a acostar acariciando el suéter. Ahora lo huele. Apoderarse de cualquier huella, aunque sea la de su sudor.

 Un vaso de vino antes de dormir, ¿verdad?  le había sugerido Flavián cuando regresaron de la casa del alcalde.

Se sentaron a la única mesa, la estufa de leña cerca la volvió a encender, como un advertido guardabosques , ese olor a humedad de las casas de Chiloé rondando el aire.

Flavián la mira sin distracción y alza el vaso. Le sonríe con este placer callado y somnoliento de un buen fin de jornada.

 ¡Salud, Floreana de las Galápagos, bienvenida a esta isla!

Ella le devuelve su sonrisa más tímida. Él ha tocado esa timidez. No dan por terminado el día.

 Se me espantó el sueño con la siesta dice él . ¿Tú quieres irte a dormir?

Nada más lejano a sus intenciones, detesta la separación y quiere permanecer allí.

 Entonces, abramos otra botella de vino y aprovechemos la noche. A propósito, estuviste genial en la comida. ¿Viste cómo se reía el alcalde con las expediciones de tu papá con los siete hijos a cuestas?

Y tú eres mucho mejor cuando estás con los isleños. No se te escapa ninguna agresión. Estuviste encantador, ¿sabes?

A veces lo soy replica él, divertido , mientras no me entre la bestia al cuerpo. Yo estoy acostumbrado a andar solo por los pueblos, pero de repente te miraba y me preguntaba: ¿qué hace esta mujer aquí? ¡Quizás qué historias van a tener los de Puqueldón!

Flavián apoya el mentón en ambas manos. Floreana toma un Kent de la cajetilla que está al lado, y él se apresura a encenderlo, inclinándose sobre la mesa con un mechero para alcanzarla. Una gruesa vena azul surca la mano huesuda y grande del doctor; ya no es joven, y esto le inspira a Floreana, no sabe bien por qué, ternura.

Se acuerda de días en los que, fantaseando, había llegado a imaginarse como una de aquellas mujeres, con un hijo en los brazos, un hijo de Flavián. Se imaginaba feliz, o en paz, como si aquel pequeño ser, en su insuficiencia, llenase todos los vacíos sin respuesta.

 

Ответы:

Floreana.
El guardabosques.
Flavian. - Правильный ответ
El dueno de la casa de Chiloe.
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