La frase “un corazón de oro” en el cuarto párrafo del texto se refiere …
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Amor por Internet
Hoy sólo se oye hablar de amor por internet. Se acabaron las discotecas y salidas nocturnas, ahora lo mejor es conectar el ordenador, escoger perfil en una página donde están los que desean conocerse y ¡listo! Eso fue lo que hice yo.
Entrando en chats conocí a personas que me hacían reír un rato, pero de ahí no pasaba. Hasta que una noche de insomnio conocí a Juan. Era cariñoso, amable, inteligente, empresario con tarjeta visa oro, siempre con sus jajajá
Fui conociendo poco a poco su perfil, sus virtudes y sus defectos, llegaba a casa, me ponía mi bata y mis calcetines y hablaba con él como si fuera una princesa. Si Juan pudiera verme … Pero gracias a Dios no me veía, estaba todo menos bella con el pitillo en la boca y rulos en la cabeza.
Poco a poco me fui enamorando. Quien diga que internet no es el sitio ideal para conocer el amor es que no sabe nada. Llegaba a casa cansada, conectaba mi ordenador, y ahí estaba él, atento y amable. Durante meses lo único que deseaba era hablar con mi querido novio de internet. Lo bueno era que pudiéramos dejar el físico a un lado y conocernos como personas. Sólo sabíamos de nosotros los nombres, Juan y Elisa. Me encantaba tener por novio a un prestigioso empresario con un corazón de oro que en sus vacaciones iba a Congo a ayudar a la gente pobre. Era una persona muy humana, mi Don Juan, el amor de mi vida.
Hasta que me comenzó a picar la curiosidad de saber cómo era Juan físicamente. Quería ponerle una cara a la persona que tanto amaba. Me imaginaba una vida feliz a su lado, desde hoy nada de estar sola y pasar apuros económicos. Juan me decía que se ocuparía de mí, que iba a vivir muy bien a su lado. Mis amigas me envidiaban y yo alardeaba de mi novio, me creía la mujer más feliz del mundo. Había conseguido enamorar a un conocido empresario y todo a través de internet… ¡Cómo habían cambiado los tiempos! Ahora sin salir de casa ya podías tener un novio formal.
Un día comencé a decirle a Juan que había que dar un paso más. Quedamos para tomar café y ese día él no pudo venir pero no me importó. La otra vez le surgió un problema con una venta importante y tampoco importó pese a que yo iba con mis mejores galas. Y a la tercera fue la vencida. Estaba yo en la misma cafetería cuando vi entrar a un hombre. Me fijé en él por lo feo que era. Y cuál fue mi sorpresa cuando se sentó a mi lado.
Creí caerme del cielo. ¿Ése era Juan, el hombre de mi vida? No podía creerlo …
¡Por Dios! ¿Quién me puede sacar a este pelma de encima? ¿Y su tarjeta oro? ¿Y su estatus social del que yo estaba enamorada? Me levanté furiosa.
Nunca más volví a saber de Juan. ¡Menos mal! Yo soñaba con una casa grande y con ir a Congo, con compras compulsivas y asistenta en casa. Me desenamoré tan pronto como me había enamorado. Mi Juan era un fontanero sin tarjeta visa oro, y yo le había dado todo mi amor. ¡Qué fraude! ¡Nunca más entraré en internet para buscar el amor!